Aterrizaje imperfecto, caer y levantarse en tu vida freelance

Publicado el - Última modificación el

Dentro de la tendencia natural, heredada de mi santa madre, de besar periódicamente el suelo que piso, como si fuese un ‘Juan Pablo segundo te quiere todo el mundo’ cualquiera, esta noche he tenido un encuentro apasionado con el cubo de la basura que nos ha dejado a mí maltrecha y a él convertido en candidato a declaración de ‘siniestro total’. La culpa de todo la ha tenido la gula, porque si me hubiese conformado con la cena que tenía delante nada hubiese pasado, pero la carne es débil y mis apetitos últimamente desbordados (los de comida, que nadie se haga ilusiones), así que, vaciado el plato de la magra pitanza me he dirigido a la cocina en busca de algo más con lo que llenar esta insatisfacción instalada (espero que sólo temporalmente) en mi interior. Subía ágilmente la rampa de acceso al caseto donde pasamos nuestros veranos cuando una perversa babosa se cruzó en mi camino haciéndome ejecutar un brillante ejercicio de patinaje poco artístico hacia atrás. El animal desapareció bajo mi sandalia dejando en el suelo una estela húmeda y viscosa y yo salí despedida por los aires. Puesto que resbalones anteriores ya me habían hecho comprobar la dureza de la citada rampa que mis abundantes adiposidades no amortiguan en absoluto, haciendo un titánico esfuerzo, realicé un tirabuzón en pleno vuelo que me lanzó directamente sobre el cubo de la basura situado a un lado. El desconsiderado artefacto, en un alarde de falta de carácter inaudito, se derrumbó en pedazos dejándome caer sobre el macizo floral adyacente que, mucho más acogedor, me recibió entre sus brazos sin emitir ni un quejido. Con un terrible dolor en el quinto espacio intercostal (o en el cuarto, vaya usted a saber, que con lo cubiertas que tengo de chicha las costillas es imposible contarlas) e incapacitada como estoy para levantarme del suelo si no acude en mi auxilio un batallón de bomberos, lancé cinco o seis gritos hipohuracanados llamando a mi madre que me hicieron perder la poca dignidad que me quedaba: una mujer de mediana edad sentada en medio de un macizo de flores con la falda arremangada llamando a su mamá, debe ser probablemente lo más antiglamouroso que se ha visto en las redes desde que se inventó Youtube. Menos mal que nadie lo grabó ¡¡¡¡Espero!!!! Mi santa, con toda su buena voluntad, se fue a buscar ayuda a las casas del pueblo. Al cabo de un tiempo eterno regresó, no con un hombre de fuerza descomunal como yo esperaba, sino con la niña (ya no tan niña) de los del bar que pasaba en coche con una amiga y que al verla en pijama, con linterna y el batín gigante del difunto pensó que a la pobre le había dado un ataque de demencia senil y se me había escapado a recorrer los caminos como tantos otros jubilados que salen en los noticieros. Después de arrastrar innoblemente (más) el trasero para conseguir salir del macizo floral, algo con lo que logré facilitar el acceso a mi persona y de paso llenar de tierra mis partes pudendas a pesar de la ropa interior, las dos forzudas jovencitas consiguieron colocarme en posición vertical sobre mis dos piernas, sospecho que a costa de destrozar sus frágiles columnas vertebrales. Un vistoso negrón en el costado y la necesidad de sujetarme el pecho izquierdo cada vez que me río (una postura nada elegante, eso sí) son, afortunadamente, las únicas secuelas de la aparatosa sesión de vuelo. Mi madre, en un alarde de delicadeza ha renunciado a reclamarme daños y perjuicios por el damnificado cubo de la basura, lo cual, teniendo en cuenta el estado de mi economía, no deja de ser un alivio. Fue en ese momento, cuando comprendí que de todo es uno capaz de levantarse. Tanto en la vida profesional como en la personal. Todos hemos sufrido aparatosas y vergonzosas caídas pero la capacidad de volver a levantar el vuelo y la cabeza con dignidad diferencia a los débiles de lo fuertes. Por ese motivo, nunca debes desistir en tu carrera como profesional freelance. Si realmente amas lo que haces sacúdete el barro y sigue adelante, siempre habrá tropiezos en el camino pero ya habrás aprendido cómo caer. bannerpost

Siguiente artículo

Cambios de vida: mi decisión de ser freelance